Antes de dar comienzo al artículo de a continuación
dejarme explicaros algo.
Hace un año que conocí a Edu Garriga, y rápidamente
me di cuenta de lo mucho que iba a aprender de él.
A raíz de ir a hacer Crossfit al Box el cual él
mismo dirige aprendí no solamente de este deporte sino muchas otras cosas en
relación a la psicología deportiva.
Aprendí cómo el Crossfit, un deporte aparentemente
duro y criticado por el desconocimiento social puede llegar a ser, a nivel
mental uno de los deportes más equilibrados, un deporte que te permite aprender
a organizarte, entrenarte en resiliencia, en competir contra ti mismo, en
aprender un tipo de atención – concentración muy distinta y de cómo estas entre
otras cosas son perfectamente aplicables al día a día, y por supuesto en cómo
poder ayudar a atletas que se dediquen a ello, gente profesional o semi-profesional.
Por el respeto y la gran admiración que tengo hacia
Edu le pedí que colaborara en mi blog aportándole un granito de arena sobre
algo en relación al Crossfit.
Así que sin más os presento su escrito, espero que
lo disfrutéis igual que lo he hecho yo
Equilibrio
“Vivo
solo, entreno solo y ganaré el título solo.” Esta es la sentencia de Clubber
Lang en Rocky III, una especie de alter ego de lo que fue Rocky en las antiguas
entregas y que sintetiza, en muy poco lo que hace falta para arrebatarle el
título al Potro Italiano.
Es
curioso cómo a lo largo de los años la saga Rocky, ninguneada por la crítica
des de su segunda parte, ha ido salpicando mi vida con pequeñas pinceladas de sabiduría
que habían estado siempre allí pero que por mi falta de bagaje, madurez o
experiencia, había sido incapaz de reconocer. Ésta, a pesar de caer en clichés ochenteros y en tópicos que se repetirían
en todas las posteriores secuelas deja un par de perlas: una reflexión sobre el
miedo que no descarto recuperar más adelante y otra sobre el triunfo y sobre
cuánto lleva conseguirlo. Vivir solo, entrenar solo y ganar el título solo es
muchas veces la única opción sobre todo en deportes individuales. Renunciar a
prácticamente todo para lograr el ansiado título.
Perdón.
Es ponerme a hablar de Rocky y me ciego hasta el punto de olvidarme que los
lectores de este blog no tendrían porque conocerme. Mi nombre es Edu Garriga y
soy Head Coach de Crossfit 77 Feet, atleta de Crossfit y halterofilia y
ocasionalmente jugador de hockey, cantante de un grupo de metal y bajista de
otro que no tiene tan siquiera nombre, impulsor de 77 Feet Apparel y alguna
cosa más que me dejo en la chistera. Para el que no esté familiarizado
con el Crossfit podría estar escribiendo páginas y páginas sobre este deporte
pero lo mejor es que lo pruebe y decida por sí mismo la gran pregunta: ¿qué es Crossfit?
Por lo que a mí respecta os puedo decir que el Crossfit de competición
(insisto, de competición) es una gran locura. Una gran y preciosa locura en la
que una mañana tienes que nadar 400m, correr 4km y volver a nadar 400m por
tiempo, al mediodía levantar los máximos kilos posibles en peso muerto y por la
tarde hacer un entreno que contiene 100 dominadas, 100 sentadillas a una pierna
y 100 preses de hombro con 40 kilos. Un deporte que condena la súper
especialización y celebra el equilibro. Una insania en la que levantar 260kg en
sentadilla trasera es totalmente irrelevante si a la hora correr 5km te vas por
encima de los 25 minutos. Un bello disparate que no crea los mejores
atletas en ninguna disciplina pero sí personas capaces de hacer prácticamente
de todo y que autodenomina a su campeón la persona más en forma de la Tierra.
La ironía es que practicamos un deporte
que premia el equilibrio por encima de todo y que genera deportistas muy
completos pero seres humanos muy desequilibrados. Este
deporte crea atletas capaces de competir en un triatlón, en una maratón o de
generar una cantidad brutal de trabajo físico en muy poco tiempo y hace de esta
compensación su bandera. Pero muchas
veces conseguir tus objetivos te obliga a desequilibrar la balanza en favor del
deporte y olvidarte de muchos otros aspectos de tu vida como familia, amigos,
pareja, negocio o hobbies. Somos
deportistas terriblemente completos pero seres humanos incompletos.
No
creo que a nadie le quepa la menor duda que Mat Fraser i Davidsdottir (campeón
y campeona del mundo) están sacrificando prácticamente todo en su vida para
llegar al nivel competitivo que han llegado. Dicho en palabras de su entrenador,
Ben Bergeron, “Si quieres ser el mejor del mundo en algo no puedes ser ni tan
siquiera correcto en nada más. Ella (Davidsdottir) ha abandonado a su familia
(ella es islandesa y ahora reside en un pequeño pueblo de Massachusetts), no
tiene muchas relaciones, ni novio, ni marido, ni nada que se le parezca. No
tiene otro trabajo, ni otros hobbies ni nada de esto” ”El equilibrio no es el
objetivo correcto para ella”. Lejos de hacer un juicio de valor, simplemente se
limita a explicar cómo son las cosas. Son
los mejores del mundo en su deporte pero incapaces de poder hacer más cosas y
no necesariamente porque no sepan sino porque el tiempo que toma ser el mejor en
algo es incompatible con el tiempo que toma ser sencillamente bueno en otra
cosa. Así que cualquier persona que quiera ser la mejor del mundo en lo que
sea, especialmente en disciplinas individuales, se trate de MMA o cubo de
rubik, tiene que destinar una cantidad de horas tal en perfeccionar su maestría
en dicha actividad absolutamente incompatibles con llevar a cabo otras
actividades de manera medianamente respetable. Ninguna duda en ello. La
obsesión por conseguir tus objetivos debe llegar a ser enfermiza. Nociva
incluso. Pero entonces, ¿hemos aprendido
los competidores algo del Crossfit? Seguramente no.
Lo más
gracioso de todo es ver como una persona que entrena entre tres y cuatro días
la semana, sin más pretensiones que estar en forma, no solo ve como mejora su fitness, sino que también ve como mejora
su vida. Sí, es capaz de integrar los
aspectos básicos del Crossfit a su vida. Tal vez no llega nunca a tener el
peso muerto de un competidor, pero traslada el Crossfit a todos los aspectos de
su día a día mejor que un atleta. Ve como su rendimiento aumenta en su lugar de
trabajo, incrementa su vitalidad, es capaz de jugar con sus hijos e incluso sus
nietos. Muchas veces aprenden a ordenar mejor sus vidas, a aprovechar mejor las
horas del día e incluso a tener una vida sexual más activa.
No
creo que Crossfit deba reformular sus criterios competitivos para encontrar al atleta
más en forma haciendo entrar en la ecuación cuestiones como cantidad de hobbies
que practicas, libros que lees al mes o empresas que lideras. Evidentemente sería
ridículo. Pero sí me plantea la siguiente duda razonable: ¿Quién es más
completo como ser humano, el campeón de los Crossfit Games que no hace otra
cosa que entrenar o un atleta, padre de dos niños, CEO de una de las compañías
que más ha crecido en Sillicon Valley en el último año y que además sigue
practicando Crossfit a muy buen nivel? Para aquellos menos familiarizados con
el deporte, el ejemplo se refiere a Jason Khalipa, campeón de los Games del
2008 y sí, es solo un ejemplo, pero seguramente es la persona que mejor ha
sabido interpretar este deporte y extrapolarlo a su vida: entender el Crossfit
de manera integral y no como algo aislado y pasajero. Incorporarlo en todos los
aspectos de tu vida y dejar que se apodere de todo. De tu familia, de tu
trabajo, de todo. No pretender ser el mejor halterófilo ni el mejor corredor,
pero intentar ser un muy buen halterófilo y un muy buen corredor. No pretender
ser el mejor marido, ni el mejor empresario pero intentar ser un muy buen
marido y un muy buen empresario. No ser
el deportista más completo. Ser el humano más completo.