Llevaba días pensando en escribir sobre los valores de la educación deportiva y se me ocurrió que quién mejor que un maestro en educación física, que a su vez es entrenador de baloncesto y coach para dar su opinión y visión profesional sobre dicho tema.
Gracias a Dani y a todos los maestros y maestras como él que saben educar.
Desde de los principios
de la historia el ser humano ha ido realizando actividades que al margen de sus
objetivos principales, contenían otro objetivo que era ocuparles su tiempo. Con
el tiempo, y cuando las necesidades básicas se iban cubriendo de una forma más
rápida gracias a los diferentes avances, nació la que con el tiempo se ha
transformado en una de las actividades humanas por excelencia: el deporte. Ya
sea practicándolo, observándolo, informándote, etc. ¿alguien es capaz de
imaginarse una sociedad sin deporte?
Lo que nació como un
pasatiempo, un juego para entretener, se ha convertido en indispensable para el
ser humano. Este aspecto genera una responsabilidad. El deporte debe hacerse
responsable de sus aportaciones sociales. La forma en que se enseña el deporte
es la base para que estas contribuciones sean enriquecedoras para la sociedad.
La educación física escolar y las iniciaciones deportivas propias de cada
deporte marcan en muchos casos las aportaciones deportivo- sociales de cada
persona. Además de la propia educación deportiva de base, cuyos valores son
básicos para el crecimiento personal aunque es cierto que se pueden ver
pervertidos por el camino, existen muchos aspectos propios de la práctica
deportiva que se transfieren a otras áreas de la vida.
Practicar un deporte nos
obliga a distribuir nuestra energía para realizar las acciones necesarias.
Corro, salto, observo, analizo, decido, esquivo, flexiono y una larga lista de
acciones de las cuáles puedo realizar a la vez o de forma encadenada varias de
ellas sin prácticamente darme cuenta, repartiendo y redistribuyendo mi energía
momentáneamente de la actividad principal del deporte, por ejemplo correr por
la montaña como Kilian Jornet. La
relación entre los pensamientos, los sentimientos y las acciones son
permanentes en el ser humano pero seguramente son más fáciles de observar,
entrenar y mejorar en el deporte, en unos más que en otros.
El dominio de estos tres
procesos y la influencia que tienen entre sí para influir unos en otros es algo
con lo que cualquier deportista convive a diario. Centrar sus pensamientos en
la acción que está realizando, canalizar sus sentimientos y emociones puntuales
para aportar mayor fuerza y energía a un movimiento, forzar a los músculos del
cuerpo a luchar contra el cansancio que me dice mi mente y conseguir así romper
mis supuestos límites.
Estas enseñanzas
deportivas son fácilmente transferibles a la vida diaria. El deporte te enseña
que para avanzar en el dominio de algo debes estar centrado en su práctica, la
concentración totalmente focalizada en el objetivo pese a las influencias que
puedan existir y distraerte de tu objetivo. ¿Alguien imagina a Marc Márquez
desconcentrado en una carrera? ¿Alguien duda de que esta elevada capacidad de
concentración también la tenga en otros aspectos de su vida? Cierto es, que
como dice Sir Ken Robinson, estar subido a una moto es su elemento. Pero no
dudo de que el tener identificado los momentos en que todo su potencial fluye
de forma natural, también le ayuda a concentrarse en otros ámbitos de la vida.
No con la misma exigencia pero si con una mayor efectividad que si no tuviera
ese hábito desarrollado por su práctica profesional.
Pienso que ese es otra de
las grandes aportaciones que la correcta educación deportiva puede y debe
aportar a la vida de las personas, la creación de hábitos saludables de forma
natural. En este caso el término saludable no tiene únicamente relación con la
salud física. También con la relación adaptativa real a las posibilidades,
deseos y realidades de cada persona a partir de sus motivaciones e intereses.
Los hábitos de entrenamiento están ligados a toda práctica deportiva, ya sea
competitiva o lúdica.
Existen corrientes
pedagógicas que ven los hábitos como una imposición social sobre el niño,
omiten la opción de que el hábito nazca de un deseo, una necesidad propia del
niño o de la niña. La opción de que mejore mi forma de correr para que pueda
estar más tiempo corriendo, mejora mi técnica de carrera para que no dañar mis
articulaciones, conseguir los beneficios físicos del running sin el hábito de salir a correr de forma regular me parece
imposible. Y si corro por estos motivos y no porqué la moda me lo impone,
¿dónde está el problema?
La clave está en querer hacerlo
y a partir de ahí ver cómo lograrlo. Todas las personas que conozco que han
practicado un deporte y lo practican pero no les gusta hacerlo, a la mínima
opción de dejarlo que han tenido lo han hecho o buscan, incluso
desesperadamente, la excusa que les permita hacerlo. Como el resto de cosas de
la vida, ya sea un trabajo o los estudios.
Cuando un jugador de
baloncesto mejora su concentración para poder mejorar su rendimiento, ese
aprendizaje también le ayuda en su vida diaria. En caso de ser un estudiante,
si es capaz de ver las características comunes que pueden existir entre la
necesidad deportiva y la necesidad académica, también mejorará. La influencia
positiva de un aprendizaje se verá ampliada al aplicarla en diferentes ámbitos,
mejorando muchos aspectos pero principalmente uno vital para aprender: la
autoconfianza.
Tanto en mis labores como
entrenador de baloncesto como en las de maestro de primaria, en las clases de
lengua o en las de educación física, como en las de coach, mediante la psicología
coaching miro de facilitar estos aprendizajes y también la aplicabilidad de
estos en distintos hábitos de la vida. Siempre partiendo de los deseos,
objetivos, necesidades, intereses de la persona para que esta adquiera una
mayor consciencia de sí mismo y de su realidad para aprovecharla,
transformarla, enriquecerla y de esta manera tener claro lo que quiere
conseguir, como puede hacerlo y adquirir el compromiso consigo mismo para pasar
a la acción, obteniendo como resultado mínimo una persona con mayor confianza
en sus posibilidades.
Por desgracia aplicar
esto en la escuela no es fácil ya que aunque oficialmente todo el mundo diga
que la escuela debe formas personas para el futuro, realmente lo que se quiere
en un cierto tipo de persona que cumpla los estándares estipulados. Dejando al
margen el desarrollo propio de la persona a nivel de capacidad de
concentración, activación o relajación para afrontar las tareas del día a día o
su desarrollo emocional y expresarlo sin que eso sea una situación social incómoda
por ejemplo.
En la escuela en la que
trabajo lo aplico con dos objetivos muy claros: mejorar la expresión oral y la
creación de hábitos individuales. El primero nos ha servido para que los
alumnos pongan mayor interés en el aprendizaje de vocabulario propio de sus intereses
para poderlos expresar. Además, el hecho de hablar de los propios intereses
favorece la fluidez lingüística. El segundo ha logrado aumentar el nivel de
conciencia individual y a partir de ahí actuar en consecuencia con las
necesidades y deseos que ellos querían, tomando decisiones en los factores que
de verdad dependían de ellos mismos, huyendo de las habituales escusas. Este
trabajo también ayuda a la mejora de la conexión, comprensión y proximidad
entre el alumnado y a una implicación y un clima mucho más favorable para el
aprendizaje general en el centro.
Tanto desde del deporte
como desde la escuela deben promulgarse estilos de pedagógicos que favorezcan
el desarrollo pleno de la persona teniendo en cuenta que están ligados entre sí
y el feedback continuo que nos
aportan los niños y niñas. Y así poderlas adecuar lo más rápidamente posible en
su beneficio. Si las formas de aprender se alimentan entre sí les permitirá
ampliar mucho más sus aportaciones que si estas se oponen y crean aprendizajes
desvinculados unos de otros. No existe la diferencia entre el deporte, la
escuela o la “vida real” como en ocasiones se escucha. Todas se relacionan
entre sí para el crecimiento de la persona y la sociedad.
Daniel Barreña
Maestro, entrenador de
baloncesto y coach