lunes, 14 de julio de 2014

Del deporte y la escuela a la vida

Llevaba días pensando en escribir sobre los valores de la educación deportiva y se me ocurrió que quién mejor que un maestro en educación física, que a su vez es entrenador de baloncesto y coach para dar su opinión y visión profesional sobre dicho tema.

Gracias a Dani y a todos los maestros y maestras como él que saben educar. 





Desde de los principios de la historia el ser humano ha ido realizando actividades que al margen de sus objetivos principales, contenían otro objetivo que era ocuparles su tiempo. Con el tiempo, y cuando las necesidades básicas se iban cubriendo de una forma más rápida gracias a los diferentes avances, nació la que con el tiempo se ha transformado en una de las actividades humanas por excelencia: el deporte. Ya sea practicándolo, observándolo, informándote, etc. ¿alguien es capaz de imaginarse una sociedad sin deporte?
Lo que nació como un pasatiempo, un juego para entretener, se ha convertido en indispensable para el ser humano. Este aspecto genera una responsabilidad. El deporte debe hacerse responsable de sus aportaciones sociales. La forma en que se enseña el deporte es la base para que estas contribuciones sean enriquecedoras para la sociedad. La educación física escolar y las iniciaciones deportivas propias de cada deporte marcan en muchos casos las aportaciones deportivo- sociales de cada persona. Además de la propia educación deportiva de base, cuyos valores son básicos para el crecimiento personal aunque es cierto que se pueden ver pervertidos por el camino, existen muchos aspectos propios de la práctica deportiva que se transfieren a otras áreas de la vida.

Practicar un deporte nos obliga a distribuir nuestra energía para realizar las acciones necesarias. Corro, salto, observo, analizo, decido, esquivo, flexiono y una larga lista de acciones de las cuáles puedo realizar a la vez o de forma encadenada varias de ellas sin prácticamente darme cuenta, repartiendo y redistribuyendo mi energía momentáneamente de la actividad principal del deporte, por ejemplo correr por la montaña como  Kilian Jornet. La relación entre los pensamientos, los sentimientos y las acciones son permanentes en el ser humano pero seguramente son más fáciles de observar, entrenar y mejorar en el deporte, en unos más que en otros.

El dominio de estos tres procesos y la influencia que tienen entre sí para influir unos en otros es algo con lo que cualquier deportista convive a diario. Centrar sus pensamientos en la acción que está realizando, canalizar sus sentimientos y emociones puntuales para aportar mayor fuerza y energía a un movimiento, forzar a los músculos del cuerpo a luchar contra el cansancio que me dice mi mente y conseguir así romper mis supuestos límites.

Estas enseñanzas deportivas son fácilmente transferibles a la vida diaria. El deporte te enseña que para avanzar en el dominio de algo debes estar centrado en su práctica, la concentración totalmente focalizada en el objetivo pese a las influencias que puedan existir y distraerte de tu objetivo. ¿Alguien imagina a Marc Márquez desconcentrado en una carrera? ¿Alguien duda de que esta elevada capacidad de concentración también la tenga en otros aspectos de su vida? Cierto es, que como dice Sir Ken Robinson, estar subido a una moto es su elemento. Pero no dudo de que el tener identificado los momentos en que todo su potencial fluye de forma natural, también le ayuda a concentrarse en otros ámbitos de la vida. No con la misma exigencia pero si con una mayor efectividad que si no tuviera ese hábito desarrollado por su práctica profesional.

Pienso que ese es otra de las grandes aportaciones que la correcta educación deportiva puede y debe aportar a la vida de las personas, la creación de hábitos saludables de forma natural. En este caso el término saludable no tiene únicamente relación con la salud física. También con la relación adaptativa real a las posibilidades, deseos y realidades de cada persona a partir de sus motivaciones e intereses. Los hábitos de entrenamiento están ligados a toda práctica deportiva, ya sea competitiva o lúdica.

Existen corrientes pedagógicas que ven los hábitos como una imposición social sobre el niño, omiten la opción de que el hábito nazca de un deseo, una necesidad propia del niño o de la niña. La opción de que mejore mi forma de correr para que pueda estar más tiempo corriendo, mejora mi técnica de carrera para que no dañar mis articulaciones, conseguir los beneficios físicos del running sin el hábito de salir a correr de forma regular me parece imposible. Y si corro por estos motivos y no porqué la moda me lo impone, ¿dónde está el problema?

La clave está en querer hacerlo y a partir de ahí ver cómo lograrlo. Todas las personas que conozco que han practicado un deporte y lo practican pero no les gusta hacerlo, a la mínima opción de dejarlo que han tenido lo han hecho o buscan, incluso desesperadamente, la excusa que les permita hacerlo. Como el resto de cosas de la vida, ya sea un trabajo o los estudios.

Cuando un jugador de baloncesto mejora su concentración para poder mejorar su rendimiento, ese aprendizaje también le ayuda en su vida diaria. En caso de ser un estudiante, si es capaz de ver las características comunes que pueden existir entre la necesidad deportiva y la necesidad académica, también mejorará. La influencia positiva de un aprendizaje se verá ampliada al aplicarla en diferentes ámbitos, mejorando muchos aspectos pero principalmente uno vital para aprender: la autoconfianza.

Tanto en mis labores como entrenador de baloncesto como en las de maestro de primaria, en las clases de lengua o en las de educación física, como en las de coach, mediante la psicología coaching miro de facilitar estos aprendizajes y también la aplicabilidad de estos en distintos hábitos de la vida. Siempre partiendo de los deseos, objetivos, necesidades, intereses de la persona para que esta adquiera una mayor consciencia de sí mismo y de su realidad para aprovecharla, transformarla, enriquecerla y de esta manera tener claro lo que quiere conseguir, como puede hacerlo y adquirir el compromiso consigo mismo para pasar a la acción, obteniendo como resultado mínimo una persona con mayor confianza en sus posibilidades.

Por desgracia aplicar esto en la escuela no es fácil ya que aunque oficialmente todo el mundo diga que la escuela debe formas personas para el futuro, realmente lo que se quiere en un cierto tipo de persona que cumpla los estándares estipulados. Dejando al margen el desarrollo propio de la persona a nivel de capacidad de concentración, activación o relajación para afrontar las tareas del día a día o su desarrollo emocional y expresarlo sin que eso sea una situación social incómoda por ejemplo.

En la escuela en la que trabajo lo aplico con dos objetivos muy claros: mejorar la expresión oral y la creación de hábitos individuales. El primero nos ha servido para que los alumnos pongan mayor interés en el aprendizaje de vocabulario propio de sus intereses para poderlos expresar. Además, el hecho de hablar de los propios intereses favorece la fluidez lingüística. El segundo ha logrado aumentar el nivel de conciencia individual y a partir de ahí actuar en consecuencia con las necesidades y deseos que ellos querían, tomando decisiones en los factores que de verdad dependían de ellos mismos, huyendo de las habituales escusas. Este trabajo también ayuda a la mejora de la conexión, comprensión y proximidad entre el alumnado y a una implicación y un clima mucho más favorable para el aprendizaje general en el centro.

Tanto desde del deporte como desde la escuela deben promulgarse estilos de pedagógicos que favorezcan el desarrollo pleno de la persona teniendo en cuenta que están ligados entre sí y el feedback continuo que nos aportan los niños y niñas. Y así poderlas adecuar lo más rápidamente posible en su beneficio. Si las formas de aprender se alimentan entre sí les permitirá ampliar mucho más sus aportaciones que si estas se oponen y crean aprendizajes desvinculados unos de otros. No existe la diferencia entre el deporte, la escuela o la “vida real” como en ocasiones se escucha. Todas se relacionan entre sí para el crecimiento de la persona y la sociedad.

Daniel Barreña

Maestro, entrenador de baloncesto y coach